A veces me gusta acostarme en el pasto, mirar al cielo y pensar, simplemente pensar. Muchas veces pienso acerca de todo lo que me paso en la semana, o aquellas pequeñas cosas que hacen que mis días sean más y más pacíficos, por así decirlo.
Justamente el otro día, un día de esos en los cuales te da la sensación de que podes hacer cualquier cosa, me sentí libre y alegre y por dentro me sentí llena. Llena por todo lo que me pasaba, por el lugar en el que estaba, por lo que estaba haciendo, por aquellas cosas que daban vueltas en mi cabeza en ese momento. Y hablando de eso, mirando al cielo me di cuenta que estaba tan luminoso, tan celeste y tan sereno, que me hizo acordar a sus ojos. En cualquier cosa que mire o cualquier cosa que piense o diga, el estaba presente. En cada gesto, cada sonrisa, cada color, cada palabra, cada sonido. El estaba ahí. Era imposible sacármelo de la cabeza, era como si el no quisiera salir de mi mente, de mi imaginación.
¿Por qué algo tan bueno me hacia tan mal? La típica pregunta que se hacen todas las enamoradas. Pero enserio siento que me identifica mucho. El, algo tan calmo, tan bello y tan perfecto para mi, es también algo doloroso, triste y oscuro por dentro. Ya que el es el dolor que esta presente en mi corazón. Un dolor que no se quita con ningún medicamento ni con ningún doctor. Es más bien abstracto. Mi amor hacia el es abstracto. Es como un cuadro que cualquier persona lo puede interpretar como quiere y no hay un reglamento para verlo. Pero algo que si me quedaba bien claro, es que yo lo amaba y ese sentimiento que tenia hacia el no iba a cambiar, y no cambió. Yo lo sigo amando y por dentro un órgano llamado corazón me pide ayuda y yo por estupida no le presto atención. Te pido perdón, por ser tan tonta, corazón.
